La reina de Canadá es Isabel II, nuestra soberana y jefa de estado. Sin embargo, ella no desempeña ningún papel real en la gobernanza del país, y su autoridad constitucional es puramente teórica.
Dado que Su Majestad rara vez se encuentra en el país, sus deberes formales como jefa de estado se delegan en el Gobernador General, a quien nombra (generalmente por un período de 5 años) por consejo del Primer Ministro de Canadá. El Gobernador General forma y disuelve gobiernos (sobre la base de la ley, la convención y la confianza del Parlamento), prorroga las sesiones parlamentarias, pronuncia discursos desde el trono en nombre del gobierno, entretiene a los jefes de estado extranjeros y firma proyectos de ley.
También hay 10 Tenientes Gobernadores (uno para cada una de las provincias de Canadá) que sirven a gusto del Gobernador General y desempeñan un papel similar en sus legislaturas regionales.
En la práctica, los gobernadores nombrados casi no tienen libertad para actuar de manera independiente. Se espera que acepten las leyes aprobadas por los funcionarios electos y que sigan el consejo del gabinete como si fuera legalmente vinculante.
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Entonces, la Reina no solo no tiene un papel real en el gobierno de Canadá, sino que sus representantes tampoco. En efecto, el poder real está controlado por el Parlamento y las legislaturas provinciales.