Si fuera palestino, creo que sería importante ser honesto.
Antes de la existencia de Israel, hubo largos períodos en que a los judíos se les negó la entrada a la tierra que llegó a ser el Israel moderno.
Durante toda la Segunda Guerra Mundial, a los judíos se les negó el acceso. Las vidas de millones de judíos europeos se habrían salvado si se les hubiera permitido refugiarse.
Durante la creación de Israel, los judíos compraron tierras a personas dispuestas a vender.
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Israel permitió el acceso de cristianos y musulmanes a todos los lugares sagrados en Jerusalén.
Los musulmanes y los cristianos tenían derecho a vivir y trabajar donde quisieran.
Si los musulmanes dejaran de intentar matar a los no musulmanes, se restablecería la paz.
Hay una antigua lección que todos los niños judíos aprenden en cada Pascua. Durante el seder, se cuenta la historia de la persecución del Pharoh a los judíos.
Finalmente, después de varias promesas hechas y no cumplidas, el Pharoh deja que los judíos se vayan, pero el Pharoh inmediatamente lamenta su decisión y envía a su ejército a perseguir a los judíos. Las aguas del mar se separan y los judíos cruzan con seguridad. Mientras el ejército de Pharoh persigue, las aguas se cierran sobre ellos. Los villanos son derrotados. Cuando un niño escucha esto por primera vez, hay una inclinación natural a animar. ¡Los judíos están a salvo!
Pero, el niño está callado. Le dicen que está mal regocijarse en este evento. Los soldados eran humanos, hijos de Dios. Está mal alegrarse por la muerte de otro a pesar de que él sea tu enemigo mortal.
Los israelíes pelean porque están obligados a hacerlo, pero en el corazón de cada soldado israelí está ese niño que tiene en sus primeros recuerdos la primera vez que se le enseñó a no regocijarse en la muerte de su enemigo.